REFLEXIÓN PARA EL DOCENTE

Lo más importante de una institución  educativa son sus alumnos. Formarlos de verdad, en conocimientos, tanto como en valores es un reto que un buen maestro asume con responsabilidad y entusiasmo.

 

En la enseñanza activa el maestro asume el papel de mediador, facilitador, asesor, colaborador, orientador, etc. Del maestro  depende que los alumnos puedan aprender  los conceptos y las enseñanzas de manera óptima y puedan de esa manera avanzar correctamente en la educación.

 

Bajo esta perspectiva, un buen maestro tiene que mostrar los siguientes atributos:

 

  • Desde su primer encuentro con sus alumnos, el maestro debe de desarrollar un clima de  cordialidad y cercanía.  Tiene que conseguir con su trato que los niños no tengan miedo a preguntarle y pedirle consejo cuando sea necesario. Si descontamos las horas de sueño, en algunos casos, el niño va a pasar más tiempo con el maestro que con sus padres. Es fundamental “romper el hielo” en la  relación humana que se va a establecer.

 

  • El maestro ha de ser paciente. Cabe mencionar que no hay dos niños iguales en el aula. Sus ritmos de trabajo, sus comportamientos en clase, sus tipos de aprendizaje son diferentes. Unos necesitarán más tiempo y otros menos para hacer las tareas y comprender lo visto en clase.  Tener paciencia  por igual, tanto con los que terminan demasiado pronto y requieren algo más, como con los que necesitan más tiempo y que se le repita  de nuevo cualquier explicación. El  apoyo ha de ser firme y constante.

 

  • Mostrar entusiasmo y entrega en sus actividades diarias porque su material de trabajo es lo más sensible del mundo.  Una sonrisa le hace al niño sentirse querido, cuidado y atendido por su maestro. Si un maestro tiene vocación, su profesión le entusiasmará y se entregará al máximo

 

  • Humilde para enseñar a los alumnos pero también para aprender de ellos. Es un valor muy importante que ha de transmitir a sus alumnos también en su actitud cotidiana ante ellos.   No mostrarse como un ser superior ante ellos, sino como un ser humano y que también se equivoca.

El buen maestro se preocupa por el rendimiento y el desempeño de todos los alumnos y no solo por  unos cuantos. Se fija expectativas positivas, lo cual le permite apoyar  a quienes más lo necesitan.