LOS BERRINCHES DE LOS PEQUEÑOS

Por: Mrs. Marcela López Valenzuela

¿Alguna vez has perdido el control y has gritado o azotado la puerta?

¿Cómo te sentiste? ¿Satisfecho? ¿Aliviado de haber podido expresar tu enojo? ¿Molesto contigo mismo por haber dicho o hecho cosas que no consideras adecuadas? ¿En qué circunstancias hace berrinches tu hijo? ¿Cómo resuelves la situación? ¿Qué sientes cuando tu niño se tira al suelo o grita y están presentes otras personas?

Cuando el niño tiene que superar una etapa difícil de su desarrollo, aparecen manifestaciones de rebeldía y agresividad

Esto significa que está progresando. Al pequeño le cuesta trabajo abandonar las costumbres que tenía cuando era bebé, pero siente la urgencia de ser independiente y enfrentar los retos del crecimiento.

Cuando los padres ponemos límites a su impulso de libertad, el niño se rebela. Si no consigue hacer su voluntad en ese preciso instante, expresa su inconformidad con un enojo extremo: llora, pega, rompe cosas, grita, patalea, se tira al piso. Hace berrinches.

Es imposible evitar los berrinches, no vale la pena intentarlo. Mientras más tratemos de tranquilizar al niño, más fuerte va a gritar

Él necesita más bien que reconozcamos sus sentimientos: “Ya sé que quieres comerte los dulces y estás enojado porque no te lo permito en este momento. Los dulces son para después de comer. Vamos a escoger un caramelo de cada color y a ponerlos en el frasco para que los tomes al terminar la comida”.

Escucharlo y comprender su enojo, no significa darle lo que quiere o hacer todo lo que él pide

Si lo complacemos para que deje de llorar, le enseñamos el camino para conseguir lo que desea; si nos enojamos con la pataleta, sabrá que logró afectarnos y esa es una forma de obtener atención; pero lo peor que podemos hacer para tratar de calmar al niño es golpearlo, eso lo excita aún más.

¿Qué hacer entonces?

Cuando sabemos que los berrinches son parte del desarrollo y conocemos algunas herramientas para manejarlos, nos sentiremos más tranquilos y seremos más eficaces. Éstas son algunas posibilidades:

Dar opciones cuando el niño es pequeño y el berrinche apenas comienza, podemos distraer su atención hacia otra cosa. Es una táctica que funciona algunas veces, pero no muy a menudo.

Comprender si la pataleta ya arrancó, hay que intentar comunicarle a nuestro hijo que comprendemos su enojo: “Entiendo que estás disgustado porque…” o “Lo siento mucho, ya sé que quieres tenerlo, a mí también me gustaría dártelo. Te propongo ahorrar juntos para poder comprarlo…”

Controlar lo más probable es que el niño siga gritando, entonces tenemos que ayudarlo a controlarse: cargarlo con firmeza pero con cariño para mantenerlo quieto y decirle que cuando se calme podremos hablar.

Ignorar el niño no puede pelear por mucho tiempo si no tiene un contrincante que le responda. Podemos ignorar el berrinche y acompañar al niño en el problema de diversas maneras: quedarnos junto a él sin decir nada y esperar hasta que el llanto baje de intensidad; seguir con nuestras actividades después de decirle: “Cuando acabes de llorar, me gustaría ayudarte a solucionar esto”; asegurarnos de que el pequeño no pueda lastimarse o hacer daño a otros y dejarlo patalear en otro cuarto unos minutos (sin encerrarlo). Cualquier método para ignorar el berrinche funciona, si no agredimos al niño y si le demostramos que estamos de su lado.

Consolar en cuanto el pequeño se tranquilice, debemos abrazarlo, acariciarlo y ayudarle a encontrar una solución.

Hablar después de los dos años, cuando el niño sea capaz de entender, tratemos de explicarle que comprendemos lo difícil que es no poder hacer o tener las cosas que quiere. Él se está preparando para que cuando sea más grande pueda decidir lo que le conviene hacer o tener y lo que no. Mientras crece, a veces está bien protestar, aunque perder el control puede llevarlo a lastimarse y a sentirse mal.

El problema se complica cuando el niño hace la rabieta enfrente de los amigos, en la calle o en el mercado

El niño hace pataletas en lugares públicos cuando ha tenido muchos estímulos, está cansado o quiere más atención. En estas ocasiones se agrega otro factor negativo: el público. El niño cuenta con testigos, y sabe que la vergüenza de sus papás le da la ventaja a él. Para los padres, lo queramos o no, el “qué dirán” es una presión adicional. Tenemos que estar preparados y siempre conscientes de que lo importante es educar a nuestro hijo, no recolectar buenas opiniones de los vecinos.

Debemos mantener la calma y manejarlo igual que en el caso de un berrinche “privado”. Podemos quedarnos en el mismo sitio o quizá prefiramos sacarlo del lugar y acompañarlo a donde pueda llorar a su gusto. Cuando se calme, abrazarlo, consolarlo, escucharlo y reconocer sus necesidades.

El niño tiene derecho a estar en desacuerdo, a protestar y a luchar por lo que quiere

Una vez que aprenda a emplear las palabras para expresar su posición y para defenderla, no tendrá que recurrir a las lágrimas ni a los gritos. Pero si no le permitimos expresar su frustración, su enojo y rebeldía en los primeros años, llegará a la adolescencia o a edad adulta sin haber logrado manejar esos sentimientos. Desde pequeño tiene que aprender a resolver los desequilibrios que trae el crecimiento y la lucha por la independencia.